miércoles, 26 de diciembre de 2012

El descreimiento, el gran motor detrás de los saqueos
Fernando Gonzalez Director Periodístico -Cronista
Si algo reflejan los saqueos previos a la Navidad es el regreso del descreimiento como motor creciente en amplios sectores de la sociedad argentina, pero instalada sobre todo en los segmentos más pobres. Si bien la economía muestra menos síntomas de deterioro que en las crisis anteriores del retorno democrático, el descreimiento en el Gobierno y en buena parte del poder político se desplaza por los mismos cauces que marcaron a fuego el final de la gestión de Raúl Alfonsín en 1989, la decadencia de Carlos Menem una década después y el desmoronamiento de Fernando De la Rúa a fines de 2001.
Que el descreimiento vuelva a reinar en el país suena casi insólito, sobre todo si se tiene en cuenta que los Kirchner (Néstor entre 2003 y 2007, y Cristina en su primer mandato) habían logrado reconstruir la confianza en la dirigencia política en base a la recuperación económica, el crecimiento sostenido y medidas institucionales saludables como la renovación de la Corte Suprema de Justicia. Los síntomas de alerta luego de la derrota del kirchnerismo en 2009 habían quedo incluso en un segundo plano tras la muerte del ex presidente en 2010 y el espaldarazo electoral que recibió la Presidenta en 2011.
Pero en lugar de consolidar el proyecto de unidad nacional que prometió en 2007, Cristina profundizó las tensiones con la aplicación arbitraria de iniciativas que parecen razonables en su letra original como la Ley de Medios, el cepo al dólar o las trabas a la importación. El balance comercial negativo que hoy atraviesa la Argentina y el déficit fiscal ascendente han obligado al Gobierno a restringir la política de planes sociales y a aumentar las tarifas de servicios básicos como el colectivo, los trenes o los impuestos directos. A eso se suman el freno de las inversiones externas y el parate de la generación de empleo, tal como lo hizo público el Indec la semana pasada.
El país ingresa así a un 2013 en el que el crecimiento económico será de entre un 3 y un 4%, y en el que muchos jóvenes se verán afectados por la escasa oferta de empleo. Son la mano de obra desocupada donde causan mayor impacto los saqueos, más allá de los dirigentes que puedan aprovecharlo políticamente. Crece también el trabajo en negro y se desvaloriza el poder de compra de los jubilados frente a una inflación galopante que ataca a todos estos sectores indefensos.
De todos modos, la economía en vías de enfriamiento no es todavía el factor principal del descreimiento que ha hecho bajar más de 20 puntos la imagen de la Presidenta. Pueden mucho más la soberbia del discurso oficial; el enriquecimiento de los funcionarios desde que ingresan al poder público o la impunidad en las causas judiciales sensibles que llevan, por ejemplo, a que el vicepresidente Amado Boudou no pueda ingresar a las redes sociales de internet sin ser repudiado. Cristina, los gobernadores o los intendentes pueden atender o ignorar las razones del descreimiento. Pero el germen está allí y está mostrando problemas que nadie resuelve. La misma liviandad mostraron los dirigentes del pasado hasta que los disparadores de sus crisis se les volvieron incontrolables. Fuente: Cronista.com

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