jueves, 7 de enero de 2016

La peligrosidad del Lumpen

Por Aníbal Hardy
Uno de los fenómenos centrales de la crisis actual es el crecimiento canceroso de las ciudades. Que tiene numerosas causas, entre las cuales hay una que suele olvidarse o menospreciarse. Ella es la invasión del mundo de la cultura por el principio del lucro propio. Así como todo se compra y se vende, así como todo se convierte en un negocio, desde la muerte (sicarios) hasta el deporte, (Futbol para Todos) la construcción y planificación de las ciudades (funcionarios/ empresarios) está en manos de los mercaderes. Algunas ciudades han adoptado Códigos e instalado inspectores para paliar la situación, pero la mayor gravedad del problema está en el mundo pobre. Allí no hay normas, y si las hay, se saltean fácilmente, ni inspectores, y si los hay, se coimean cómodamente. Entre las calles de estas ciudades, desde sus edificios, de adentro de sus villas han surgido miles de “tribus urbanas”, muy distintas entre sí pero idénticas en su rechazo de toda tradición, de toda norma. La más peligrosa es la constituida por los marginales que se reclutan entre los “lumpen”, o sea un escalón más abajo del proletariado, entre los desocupados, entre los inmigrantes no asimilados ni asimilables.
La palabra lumpen es una palabra de origen alemán con que se designa a ciertos sectores marginales de la sociedad que viven o sobreviven al borde de la delincuencia y que por su carencia de principios éticos y morales son pasto fácil de la demagogia y del caudillismo político. Constituyéndose en un agente destructor de las organizaciones, generalmente de izquierda, en que logran introducirse.
La existencia del lumpen se revela por actitudes y actividades como la permanente crítica irracional a los dirigentes legítimamente constituidos, siembra de rumores injuriosos, bloqueo de iniciativas de bien común, incumplimiento sistemático de las normas de convivencia, intentos de divisionismo, agresiones o amenazas de agresión a quienes los contradicen, espionaje interno en favor de terceros, odio irracional hacia otras organizaciones, etc.
El lumpen tiene elementos típicos, fácilmente reconocibles en cualquier organización: el ex delincuente que no terminó su rehabilitación, el matón que sólo sabe resolver las diferencias a golpes, el traidor reconocido que proclama su lealtad cada vez que habla, el soberbio que se cree dueño de la verdad absoluta, el resentido que odia a quienes son mejores, el ignorante que no quiere aprender, el egoísta que sólo busca sacar provecho personal, el defensor obtuso de causas perdidas, el resentido que no comparte y ataca subterráneamente los objetivos de la organización, el fracasado permanente en toda su vida personal y social, el fanático fundamentalista, el personajillo auto-referente que solamente es capaz de hablar de sí mismo, etc.
Las organizaciones sanas, poseedoras de un limpio conjunto de normas de convivencia y mecanismos de control ecuánimes aplicados por personas honestas, y que además conservan un historial de trabajo unitario enfocado a lograr sus objetivos sociales, no tienen problemas en expulsar y excluir definitivamente al lumpen que haya logrado ingresar a la organización. Estas organizaciones, grandes o chicas, ricas o pobres, viejas o nuevas, son las que se ganan el respeto y el reconocimiento de la comunidad en la que están insertas.
Por el contrario, las organizaciones incapaces de reconocer la presencia del lumpen, o que están anquilosadas por un conjunto de normas que impiden tomar decisiones operativas oportunas y eficientes, o que no tienen la fortaleza ética suficiente para desinfectarse, están condenadas a sufrir las consecuencias del desprestigio social, de la pérdida de adherentes, de la disminución de votantes en el caso de un partido político, de la desorganización interna y, finalmente, de la incapacidad de influir en nuestra sociedad cada vez más culta y más exigente. La consecuencia segura y final es la anarquía, el canibalismo y la extinción. Por suerte en nuestro país se está tratando de lograr un cambio.
*Abogado -Desde Formosa
ENVIADO POR SU AUTOR

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