jueves, 24 de marzo de 2016

Ese feliz socialismo escandinavo. Por Iván Carrino

Como a muchos argentinos les debe pasar, en el seno de mi familia también tengo charlas sobre política y economía. Muchos de mis más queridos seres conocen mi posición y, como estimo también le pasará a los lectores, algunos coinciden, algunos no coinciden y otros “ni fu, ni fa”.
Sin embargo, ya sea que se trate de familiares, amigos, o bien completos desconocidos, siempre me interesa debatir sobre temas espinosos que ponen en tela de juicio mi visión del mundo. Hace unos días fue mi novia la que me acercó una nota que supuestamente iba a cambiar radicalmente mi punto de vista sobre las cosas.
Se trataba de la publicación del Informe de la Felicidad Mundial 2016. Elaborado por un grupo de expertos economistas patrocinados por las Naciones Unidas, dicho informe busca determinar cuáles son los países más y menos felices a nivel global.
Lo destacado de esta edición es no solo que Dinamarca se ubicó en el primer puesto, sino que Noruega y Finlandia ocuparon los puestos 4 y 5, mientras que Suecia se ubicó en la décima posición. En resumen, los países nórdicos, comúnmente asociados al socialismo, son los países más felices del mundo.
¿Y cómo es esto posible si supuestamente lo que funciona en el mundo es el libre mercado y la austeridad fiscal?
Intentaré explicar este aparente resultado favorable al intervencionismo a continuación.
Pero antes de entrar en el argumento, debo decir que llama la atención que se intente formular un ranking de felicidad global. En 1789, el filósofo inglés Jeremy Bentham planteó que el objetivo de la política debía ser el de buscar “la mayor felicidad para el mayor número de personas”. Sin embargo, esta pretensión se enfrentó a cuestiones irresolubles.
Por ejemplo, ¿quién puede medir de manera objetiva la felicidad? ¿Quién es más feliz: un padre de familia con una buena esposa y dos adorables criaturas, o un hombre sin familia pero con el auto más moderno y la casa más grande del vecindario? Nadie puede determinar esto a ciencia cierta. De hecho, es posible que ambos sean igual de felices, o que uno lo sea más que otro, pero lo cierto es que esta variable no es comparable entre una persona u otra, ya que todo depende de los valores y los objetivos personales que cada uno tenga.
A la luz de este problema, nada que ponga a la felicidad de la gente como objetivo principal parece una guía sensata para la política pública.
Ahora bien, dejando esto de lado podemos mirar por qué miden tan bien los países nórdicos. Si nos guiamos por el Diario La Nación, los datos parecerían avalar el éxito del estatismo nórdico para alcanzar la felicidad del conjunto. En sus páginas podía leerse:
“Dinamarca (...) es conocida por su amplio y generoso sistema de bienestar, que cubre a los ciudadanos durante toda su vida.
Pocos se quejan de los altos impuestos, ya que a cambio reciben un sistema sanitario donde todo el mundo tiene acceso gratuito a medicina general y hospitales. Los impuestos también pagan escuelas y universidades, y los estudiantes reciben subvenciones mensuales durante un máximo de siete años.”
Por más interesante que resulte esta observación, la realidad es que no es esto lo único que explica la buena posición de Dinamarca en el ranking. De hecho el factor “Apoyo Social” solo explica 1,16 de los 7,5 puntos que el país obtuvo en el índice.
Otros factores de importancia para explicar la performance danesa son el PBI per cápita y la esperanza de vida al nacer, conceptos que van de la mano ya que a mayor riqueza, mejores son las posibilidades de vivir más y mejor. Por otro lado, Dinamarca, al igual que Noruega y Finlandia, se encuentran entre los primeros 10 puestos en el rubro “Libertad para tomar decisiones en la vida”, otro componente que el reporte contempla entre sus ingredientes de la felicidad.
La cuestión de la libertad es compatible con lo que se observa en otro Índice Internacional que mide el grado de facilidad para hacer negocios que las empresas tienen en los distintos países.

En el Doing Business Report, del Banco Mundial, los países nórdicos también se encuentran en las primeras 10 posiciones, poniendo seriamente en jaque la idea de que lo que explique su progreso sea el estado de bienestar y no el favorable ambiente para las empresas y las inversiones.
Antes de terminar, una última cuestión. Incluso cuando es cierto que los estados escandinavos cobran altos impuestos pero también los devuelven en la forma de buenos servicios públicos, queda la duda acerca de si ese es el sistema óptimo al que apuntar.
Después de todo, ¿qué prefiere usted: que alguien le robe su dinero y después le ofrezca productos y servicios “gratis” que paga con lo que le sacó, o comprar en el mercado los bienes que considere conveniente con el dinero que ganó trabajando?
Me inclino a elegir la segunda alternativa, pero seguro haya otros que prefieran la primera.
Lo cierto es que ningún índice internacional, por más expertos que sean sus editores, le dará a la cuestión una solución definitiva.
Un saludo, Iván.
Publicado en Inversor Global- Enviado por mail

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