jueves, 11 de enero de 2018

Afiliados sindicales: La hora de aullar. Por Anibal Hardy

Resultado de imagen para gremiosCuenta una anécdota narrada por Ernesto Sábato de “Aquel llamado Vallejos, que se desvaneció de hambre en la calle y a quien la policía, al registrarlo y encontrarle un billete de cien pesos, le preguntó por qué con tanto dinero pasaba hambre y él respondió con tranquila dignidad: porque esa plata, señor, es del sindicato”.
Luego: “Empezaron sintiendo vergüenza por sus ropas de obreros, trataron de ponerse a tono con los despachos y antesalas ministeriales y poco a poco de representantes obreros frente al poder se convirtieron en representantes del poder frente a los obreros. Se enriquecieron, adquirieron hábitos y vicios incompatibles con sus cargos de dirigentes sindicales, burocratizaron sus sindicatos, los transformaron en maquinarias sin contenido, se limitaron, en el mejor de los casos, a la acción social, el tanto por ciento de aumento en cada nuevo convenio, los hoteles de turismo, las colonias de vacaciones.” (Del Semanario de la CGT de los Argentinos, 1968)
No es posible que una estructura que nuclea a un sector protagónico de la vida social del país, esté en las manos de dirigentes vitalicios capaces de lucrar con la salud de las familias obreras, de personajes que han protagonizado acciones desestabilizadoras de gobiernos democráticos, que han pactado y convivido con las dictaduras más sangrientas, que han utilizado patotas, barras bravas y grupos comando para impedir la conformación de listas opositoras, que han colaborado con los secuestros, desapariciones y asesinatos de delegados y activistas, que se exhiben como acaudalados potentados que no dejan de enriquecerse, mientras sus afiliados viven angustias y zozobra. Este tipo de sindicalismo no es compatible con una sociedad democrática, pero si es funcional a todo tipo de negociados de los gobernantes con la simple concesión de recursos públicos.
La sucesión de los últimos hechos de corrupción está poniendo nuevamente en el centro del debate al modelo sindical que impera en Argentina y que tantos cuestionamientos ha recibido en el último medio siglo de historia. No siempre fueron de ese tenor las motivaciones de los hombres y mujeres que estuvieron al frente de las entidades sindicales. En la etapa fundacional de las organizaciones obreras, las metodologías que imperaban en el sindicalismo estaban determinadas por la conciencia de pertenencia a la clase trabajadora, por una capacidad de abnegación, honestidad y solidaridad.
Fueron dirigentes que ofrendaron privilegios, riquezas y hasta su vida en pos de lograr una sociedad más justa. Fueron otras épocas de nuestra historia que pintan la conducta de hombres y mujeres, tan extraordinarios como humildes, que contrastan contundentemente con los sindicalistas encumbrados de hoy. La vida sindical constituye un feudo que se preserva con las listas únicas, con todo tipo de amenazas a los que osan alzar una voz disidente y, en los últimos tiempos, con prácticas de nepotismo que establecen un insólito mecanismo hereditario de los cargos gremiales.
Los hábitos de vida de la dirigencia sindical argentina son el principal elemento de sospecha: la mayoría de los que ocupan cargos sindicales están señalados y se los acusa de maniobras non sanctas. Los afiliados a los gremios, deberían hace suyos, el pensamiento del escritor novelista y poeta portugués, Premio Nobel de Literatura, José Saramago: “Hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”. Todos los sindicatos deben poner las cuentas sobre la mesa, explicar a sus afiliados con lujos de detalles adónde van a parar los fondos de las asociaciones sindicales y de las obras sociales, así se pondrá públicamente en claro donde se gesta el tren de vida que llevan adelante la mayoría de los gremialistas argentinos.
ENVIADO POR SU AUTOR

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